“CUIDAdanía integral” en el huerto de Granollers
Los participantes del proyecto acceden a alimentos frescos, saludables y naturales a la vez que se ofrecen apoyo mutuo y aprenden en colectividad
Este año, Cáritas ha iniciado una nueva etapa de concienciación ecológica llamada “CUIDAdania integral” junto a la red de entidades sociales de la Iglesia católica. Un programa compartido para impulsar el cuidado del planeta, de las personas y el cuidado personal. El huerto de Granollers es un ejemplo en la Diocesana para esta nueva etapa.
En 2015, a dos voluntarios de Cáritas Granollers les surgió la inquietud de crear un huerto frente a la demanda de alimentos que había en la ciudad. Pensaron que sería una buena forma de que algunas familias pudieran acceder a alimentos frescos, diversos y naturales que normalmente son difíciles de ofrecer a las despensas.
Después de casi siete años en funcionamiento, se ha convertido en un proyecto de referencia para los participantes de Cáritas en la ciudad. Mª Àngels Salomó, técnica de la entidad responsable del proyecto, explica el funcionamiento de este espacio de relación, soporte y crecimiento personal para muchas familias de Granollers.
El Ayuntamiento cede el terreno y garantiza la cobertura de los gastos de agua y compostaje. En mayo de 2015 arrancó el huerto con gran diversidad de familias integrantes: “Tenemos familias numerosas, jubilados, padres y madres con hijos, personas que viven solas… Todos tienen su tipo de familia y son bienvenidos. Lo único que nos limita es el espacio que nos permite tener hasta 15 familias. Algunas de ellas siguen a lo largo de los años, otras se marchan porque encuentran trabajos regulares o mejora su situación y ceden su espacio a una nueva familia que dispone de menos recursos –comenta Salomó–. Cuando hay una plaza libre realizamos entrevistas y enseguida queda ocupada”.
La organización del espacio hace único al proyecto, ya que se basa en la autogestión –siempre junto con el apoyo de los técnicos de Cáritas con los que se reúnen cada miércoles–, y la diferenciación de unas secciones individuales por el cultivo de cada familia, y una sección colectiva que deben trabajar todos los participantes juntos sin excepciones. En los espacios individuales cada familia elige dónde y qué plantan y cosechan, y en el espacio cooperativo deciden entre todos. “Suelen plantar las hortalizas y vegetales más comunes para optimizar el espacio. Incluso en alguna ocasión hacemos calçotades juntos –explica la técnica–”. En consecuencia, se crea un buen balance entre el compromiso individual y colectivo y la libertad de horas y toma de decisiones.
“El huerto genera unas dinámicas y unas conversaciones entre participantes muy interesantes –dice Salomó–, que sumadas a las diversidades culturales y generacionales, hace que se creen espacios y relaciones que quizás de otro modo no surgirían, y conocen realidades diversas del mundo sociolaboral.” De esta forma, se consigue realizar un acompañamiento integral a los participantes, que no solo cuentan con los técnicos por temas relacionados con el huerto y la alimentación, sino también para compartir inquietudes, situaciones personales dificultosas y dudas administrativas, burocrática, personal, etcétera que favorecen el acompañamiento hacia la integración sociolaboral de la familia.
La dedicación y el compromiso hacia el huerto, ha llevado a los participantes a buscar un soporte técnico y formativo. La cooperativa Tarpuna ofrece este servicio cada quince días a los participantes sobre temas diversos como la acequia, la plantación más óptima para la temporada, el abono, etcétera. Esta inquietud por aprender y formarse ha llegado a otros niveles como la cocina, el aprovechamiento de recursos, y la importancia del consumo ético, responsable, saludable, ecológico, evitando el uso de pesticidas y otros químicos, y de kilómetro cero, “que incluso nos ha llevado a ir a alguna escuela a explicar nuestro proyecto –especifica Salomó–”.